Antonio Pérez Prudencio estaba en esa maravillosa cuadrilla. No vivía en Villarejo, pero cada año, en AgroMadrid, se presentaba puntual a la cita con el pasado. Junto a los demás, con la rueda preparada y el esparto remojado, comenzaba a hilar, tal y como lo hacía de niño o mozo, cuando en este pueblo abundaban las fábricas de cuerdas y sogas hechas con esparto, en las que trabajaban hombres, mujeres y niños.
Y no solo en AgroMadrid, también en las exhibiciones con motivo de celebraciones de artesanía o Noches en Llamas. Hilando estuvo, junto a sus compañeros, en aquella inolvidable exposición de 2013 en la Casa de la Tercia, una muestra sobre el esparto en su vertiente artesanal e industrial, tan destacada que fue recogida en varios reportajes de televisión y que fue la primera de las muchas actividades que vendrían después para recuperar la memoria del esparto en Villarejo, una cultura que el gobierno de España declararía, a nivel nacional, Patrimonio Cultural Inmaterial en abril de 2019.
En televisión, nuestra cuadrilla volverían a salir hilando unas cuantas veces más: en los informativos de Telemadrid, en Madrid Directo, en Mundo Madrid, en Aquí la Tierra de Televisión Española. "Tal día viene la tele", se avisaba a los hiladores y allí que se presentaban si no había revisión médica que lo impidiera, claro. La presencia en televisión dio al antiguo oficio una repercusión fundamental para difundir los modos de vida del Madrid del siglo XX y poner en el mapa la historia de Villarejo.
Antonio Pérez estaba en aquella maravillosa cuadrilla de hiladores, y nos contaba sus recuerdos una y otra vez, con esa interminable sonrisa. Era un trabajo duro: la recogida del esparto, el remojo en las pozas, el machado de las mujeres que dejó más de un dedo herido para siempre, el rastrillado, las tareas de los niños que hacían girar la manivela de la rueda de hilar, las fábricas oscuras...
Los nuevos tiempos y las fibras sintéticas llevaron a la ruina a las fábricas de cuerdas allá por los años 60. El pueblo tuvo que reinventarse. Antonio fue uno de aquellos que marcharon buscando trabajo en una industria más moderna, en la periferia de Madrid. Pero nunca olvidó sus raíces. Y nunca faltó a la cita de las exhibiciones de hilada, esas actividades que enseñan a los ojos de ahora lo difícil que era ganarse el pan para las gentes de entonces.
Antonio Pérez.
Hilador en nuestro recuerdo.
Descansa en Paz.